Palabras del Armorius

En el Scriptorium, los monjes escribanos o scriptores copiaban, decoraban y encuadernaban los diferentes textos para luego conservarlos en bibliotecas o bien hacerlos circular entre los otros monasterios. 

Tal vez suene paraójico, pero escribir -aunque sea un texto nuevo, como los que aquí se presentan- siempre es un acto de copia. Bien decía Bajtín que hablamos con palabras de otros. Inevitablemente, lo que digamos ya fue dicho por otro y otro nos repetirá.

Nuevo o viejo, la gran diferencia es cómo lo decimos.  



viernes, mayo 29, 2009

Consigna 01.06.09


Escribir un relato usando la imagen que se adjunta como disparador; es un cuadro de Van Gogh.
Sergio en particular y además (si puede), tiene el encargo de relatar un beso. 
Tal como lo hicieron ustedes anteriormente.

viernes, mayo 29, 2009

Saramago y la puntuación

|


La verdad es que quien se enfrenta con un libro mío, en especial con las novelas, se encuentra en una situación un poco complicada porque yo eliminé toda puntuación. Incluso cuando aparece un punto o una coma, no son señales de puntuación sino son señales de pausa al igual que en la música. Pienso, por lo menos yo lo tengo claro (aunque tampoco quiero que todo el mundo piense igual), pienso que nosotros hablamos como si estuviéramos haciendo música porque la música y la palabra, el hecho de hablar, se hace con sonidos y con pausas. La música más espiritual o la música de peor calidad tiene pausas y sonidos. Cuando yo elimino, prácticamente, toda la puntuación busco que el lector no lea pasivamente sino que construya el texto, gracias a esa voz que debe estar escuchando. Yo propongo al lector un texto incompleto. Aunque todas las palabras que yo quiero se encuentran allí, el texto está incompleto porque le falta esa convención que son los signos de puntuación. El lector cuando lee, debe saber qué está leyendo para recibir todo lo que hay en el texto. Aunque, a primera vista parezca oculto, está allí, si él puede escuchar la voz que habla dentro de su cabeza. El escritor igual que el pintor o el músico, va borrando los rastros que dejó; razón por la que el lector tendrá que abrir una ruta, una huella que jamás coincidirá con la del escritor. Serán otras dudas, otras pausas, otras hipótesis.


Publicado en EnColombia.com
Tamara Andrea Peña Porras

jueves, mayo 28, 2009

La historia pasa por otro lado

|


Hace muchos años que vine a vivir a este punto del desierto.
Tantos que ya no recuerdo.
Fue cuando, bueno, ya saben.

Los grandes desiertos como éste son como el universo: su centro está en cualquier parte y su circunferencia en ninguna.

Así es, estoy en el medio de la nada.

Ustedes se preguntarán cómo vivo y les diré que subsisto.
Tengo un pozo por donde corre el agua fresca de un río subterráneo. A veces suelo pescar algún pez, de veras. Crío cabras y debo decir orgulloso que he triunfado en el cultivo de ciertas frutas y hortalizas como, pero ahí está otra vez, hace ya varios días que va y viene sobre el horizonte del desierto. Al principio creí que eran camellos, pero el horizonte está tan lejos que no es posible.
Un punto gris, como una roca muy grande que se ensanchaba y contraía (por este motivo descarté esa posibilidad).
Ahí está, bien nítido, como subrayando el horizonte, qué será.
La noche anterior parecía una procesión de brasas, de ese color sangre, no sé si me explico.
Pero ahora mismo está aumentando de tamaño; la realidad es que se está acercando.

Sin embargo, no sabría decirles qué es y que cada vez está más cerca.

Será gente, tal vez.
Vendrán a buscarme, querrán que les diga, antes muerto.
Y si viniera alguna mujer adentro, podríamos negociar y entonces les diría, a cambio de una hermosa mujer de vientre fértil y unos cuantos, mierda, se está encogiendo, se afina, pierde espesor, se aleja, se fue.


Les decía que había triunfado en el cultivo de frutas y hortalizas, también me alimento de peces aunque les parezca mentira, ya lo dije, creo.